lunes, 22 de agosto de 2011

LA TEORÍA ARTÍSTICA FREUDIANA O ARTE Y PSICOANÁLISIS.

Es en estos días de constante trasiego entre libros de arte: teoría, metodología, conservación, música o fuentes de la antigüedad; siempre asociados a la Historia del Arte, en donde encuentro, como algo extraordinariamente significativo, el discurrir por la teoría freudiana del psicoanálisis con respecto a obras y autores, y cómo, desde la popularización de esos novedosos conceptos, se apuntala una nueva forma de creación artística engendrada en la misma tela de araña conceptual del psicoanálisis: José Fuentes, Wladislaw  Tatarkievicz, José Luis Brea, Otto Pacht o Juan Plazaola, podrían ofrecernos una mirada panorámica por ese ámbito de la creación artística en la que se constituye el psicoanálisis. Leyendo un breve resumen de la teoría Mulvey sobre el voyerismo, fetichismo y  narcisismo en el cine, aplicando en su análisis la teoría Freudiana, uno es capaz de aceptar que cualquier especulación (del tipo que sea) tiene su referente, y contra referente, en la intención del autor a la hora de interpretar por tales medios cualquier obra. De los tres artículos publicados por Freud en relación con el Arte: Leonardo da Vinci y la cola del Águila, en la que intenta explicar su homosexualidad como un hecho científico; El Moisés de Miguel Ángel, reprimiendo sus ansias de violencia en cada tenso músculo de su cuerpo; o por último, Dostoievski y el parricidio, Freud, insiste claramente en como desde la especulación personal y a través de los indefinidos conceptos de su teoría, se puede llegar a cualquier conclusión; bien cierto es, que también es posible llegar a ciertas interpretaciones que elucubran con otras posibilidades, pero eso ocurre en la aplicación metodológica del estudio de cualquier obra de arte. Éste artículo pretendía exponer una teoría, avalada por varios hechos, que mantiene las premisas siguientes: a)“El siglo XIX se convierte en un horno experimental de conceptos y tribulaciones que salen de la ignominiosa oscuridad impuesta durante siglos por la religión, la sociedad misma, en su hipócrita formulación, y el nacimiento de una serie de ciencias estructurales que confieren en sus inicios una cierta idea de complementariedad a otras como la pretendida ciencia psicoanalítica. Es probable, que la aplicación de términos teóricos, a conceptos fácilmente moldeables por la intención de quien quiere definir una acción, concluya con la apetecible  conclusión idónea y acertada. Sin embargo; también es cierto que la aparición de la teoría Freudiana sacó  a la luz la fórmula interpretativa de niveles de consciencia, fórmulas “pseudocientífico-interpretativas” que tan sólo  conducen a que un sector de artistas interesados en tal teoría apliquen tales fórmulas a sus obras de arte, (Marcel Duchamp hace sorna de la homosexualidad de Leonardo poniendo unos bigotes a la Gioconda). El valor del concepto de creación, según lo define Tatarkiewicz, se ve distorsionado por la esperanza de una experiencia estética. Esa implícita carga publicitaria que toda obra  ha buscado en sí misma, ahora se convierte en un arte adicional con el que manejar las emociones, manejar la “volición”, incluso el deseo”.  b) “El definitivamente comprendido concepto de pulsión vital, que define al hombre, no como animal simbólico, sino como evolutivamente mezcla de racional e irracional, le confiere la peculiaridad de modificar su conducta por tantos caminos sean necesarios siempre y cuando no exista un orden  social ideal que le mantenga en un limitado “yo”. El inconsciente será, al mismo tiempo, identificado como una sumisión al “yo social”, de ahí la relevancia en la uniformidad social, desde el punto de vista epistemológico,  que mantienen las religiones. El control de las pulsiones despiertan en el siglo XX como un acto inverso a la censura ancestral,  de tal suerte que la experiencia artística multiplica el crecimiento artístico y el hecho original de las nuevas experiencias (extrañas y ajenas) aplicadas a un arte cada vez más implicado con los términos: diferente, distinto, original, exclusivo, personal, anti corriente; consiguen formular una idea de arte novedosa y desproporcionada para la humanidad aferrada a los órdenes sociales establecidos”. c) “Una tercera premisa  tiene que ver con el arte  “desviado”, parafilias, enfermedades mentales, síndromes de “suivant”…, en los que se cuestiona la creación artística como una voluntad y en la que intervienen otros factores mucho más complicados de analizar, ya que la neurociencia, ni mucho menos, está preparada para explicar y exponer todos sus desarrollos en torno al proceso creativo, en torno a la creatividad misma del sujeto. Sí se aplica la teoría Freudiana (obsoleta, en el siglo XXI) la mayor parte de los elementos explicados quedan fuera  de la comprensión que realizan sus términos dentro de  los comportamientos colectivos, no maneja  los conceptos de empatía social, comunidad y otros muchos que están en desarrollo, también en aplicaciones al mundo del arte, por la Neurociencia”.

Así, todo el abanico de posibilidades abierto en el arte, la sociedad, por el concepto de libertad personal, al que sin duda ha contribuido Freud, determina una evolución artística como la reflejada en la premisa a). Al parecer, debiéramos apuntar algo extraordinario y es que gracias al psicoanálisis un arte secundario como sería la publicidad se convierte en la espina vertebral de toda una sociedad consumista del siglo XX, con las pertinentes raíces muy introducidas en el siglo anterior.

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