ERNST CASSIRER: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA.
Un retrato de la autognosis, el simbolismo y la cultura.
“Ésta es la extraña situación en que se encuentra la filosofía moderna. Ninguna edad anterior se halló en una situación tan favorable en lo que respecta a las fuentes de nuestro conocimiento de la naturaleza humana. La psicología, la etnología, la antropología y la historia han establecido un asombroso bagaje de hechos extraordinariamente rico y en crecimiento constante. Se han mejorado inmensamente nuestros instrumentos técnicos para la observación y la experimentación, y nuestros análisis se han hecho más agudos y penetrantes. Sin embargo, no parece que hemos encontrado el método para dominar y organizar este material. Comparado con nuestra abundancia, el pasado puede parecer verdaderamente pobre, pero nuestra riqueza de hechos no es necesariamente una riqueza de pensamiento. Si no conseguimos hallar el hilo de Ariadna que nos guíe por este laberinto, no poseeremos una visión real del carácter general de la cultura humana y quedaremos perdidos en una masa de datos inconexos y dispersos que parecen carecer de toda unidad conceptual.” 1
Siempre
me ha interesado el complejo mundo del conocimiento; cómo desgajar
ese rompecabezas, enormemente complicado, que ha construido el hombre
en todo su proceso evolutivo. Es cierto, que ha gestado su cultura,
su ciencia, su arte y su fe; pero, deberemos ser más explícitos al
hablar de cada uno de estos conceptos muy relacionados entre sí,
esas son las consideraciones de Cassirer en este repaso antropológico
al mundo del conocimiento humano. Cultura, religión, arte o ciencia
forman parte de un mismo patrón director en la conducta humana y
Cassirer, en este delicioso tratado, muestra como un gesto adicional
y "sobrenatural" en la evolución de la vida en este
planeta: "la gestación de la interpretación" (como factor
de conocimiento) en la mente humana o el nacimiento del simbolismo
como gestor de cuantos aspectos -llamémoslos culturales- ha
pergeñado el hombre a lo largo de su historia enriqueciendo cada
campo con un proceso evolutivo enmarañado en la discusión, en la
dispersión de ideas, en la mentira (desde la psicología más
actual, imprescindible en nuestro desarrollo) y en una necesidad
cíclica (también en relación con la evolución) de ordenar y
desordenar su entorno, su conocimiento, su hábitat. Probablemente
este trabajo se convertiría en inadecuado si dejáramos cuantos
trabajos posteriores se han convertido en directrices de los nuevos
conocimientos de neurociencia con los que se estudian. Pero el orden
de los acontecimientos, en la historia de la filosofía y en la
historia de la ciencia, son los que sin duda marca este trabajo de
síntesis antropológica en el que se explica, también de manera
explícita la relación del hombre con la cultura, con el símbolo
con los que la construye y con el proceso creador del lenguaje como
evento inherente en la formulación evolutiva del ser humano en
cuanto ser simbólico, monádico, mnémico y otra suerte de
definiciones que se alejan de nuestro objeto de análisis.2
Es
imprescindible seguir los argumentos expuestos, en Antropología
filosófica, en un orden expositivo coherente, con las explicaciones
de un filósofo que significó el germen de toda una corriente de
estudio en la historia del arte denominada: Iconología.3
“Una concepción “genética” del conocimiento significa que lo superior es explicado y comprendido a partir de lo inferior, por cuanto entre las diferentes formas de lo real existiría un vínculo por el que constituyen una comunidad o cosmos. Sin embargo, lo que se ha denominado vínculo común sólo puede ser el resultado de lo que el conocimiento humano es capaz de evidenciar, en otras palabras, parece necesario invertir los términos: si antes las formas inferiores, en su desarrollo, eran en cierta forma el elemento que daba lugar a lo humano, ahora es el hombre quien está en posición de crear una explicación a la vida orgánica, de manera que desde las formas superiores se realiza la lectura de las inferiores. Nuevamente el principio de comunicabilidad, pero esta vez desde la
determinación dada por el supuesto de que el hombre se sirve sólo de sí para conocer y, por ende, es él quien debe conocerse primero, autorreflexionar.”4
El
ensayo sobre el hombre, -que sería una traducción literal y
desaconsejable- pretende dar sentido a los elementos que conforman un
entorno colectivo que se denomina cultura y que explica en su
definición la esencia del ser humano, en particular, con sus
semejanzas y contradicciones ante el hombre colectivo: la cultura. El
universo físico interpretado por el hombre. El análisis de un
universo simbólico en el que los mitos, el lenguaje, la ciencia y el
arte son las cuatro dimensiones que conforman la esencia del
conocimiento humano: la autognosis. Sin embargo, en los fundamentos
de su pensamiento considera que:
“el ‘yo’, la mente individual, no puede crear la realidad. El hombre está rodeado por una realidad que él no ha producido y que tiene que aceptar finalmente como un hecho. Pero tiene que interpretar esa realidad, hacerla coherente, comprensible, inteligible. Y esta tarea es llevada a cabo en las diversas direcciones en las que se despliega la actividad humana: en la religión y en el arte, en la ciencia y en la filosofía. En todas ellas, el hombre demuestra que no es sólo un receptor pasivo del mundo exterior; es activo, creativo. Pero lo que él crea no es una nueva cosa substancial; es una representación, una descripción objetiva del mundo empírico”5
En
Antropología Filosófica, Cassirer aborda la definición del hombre
como un animal sujeto a la interpretación constante de símbolos
(perceptuales y abstractos) pero dentro de una naturaleza del
conocimiento interpretada desde un punto de vista empírico. Son
constantes sus referencias, como filósofo, a las aportaciones de
ciencias (en este caso auxiliares), empíricas, que explican
fenómenos hasta ahora sólo interpretados desde la Filosofía. Uno
de esos ejemplos muestra su definición sobre el hombre y el símbolo,
el proceder de la naturaleza del hombre al ser capaz su cerebro de
interpretar un nuevo espacio real que da lugar a ese mundo que
podemos llamar sin miedo a equivocarnos: de las ideas o de los
símbolos.
“La realidad no es una cosa única y homogénea; se halla inmensamente diversificada, poseyendo tantos esquemas y patrones diferentes cuantos diferentes organismos hay. Cada organismo es, por decirlo así, un ser monádico. Posee un mundo propio, por lo mismo que posee una experiencia peculiar. Los fenómenos que encontramos en la vida de una determinada especie biológica no son transferibles a otras especies. Las experiencias, y por lo tanto, las realidades, de dos organismos diferentes son inconmesurables entre sí. En el mundo de una mosca, dice Uexküll, encontramos sólo "cosas de mosca", en el mundo de un erizo de mar encontramos sólo "cosas de erizo de mar".6
Y si existe algo que nos preocupe, en este proceso de descripción y análisis del proceder humano en su desarrollo evolutivo y cognoscitivo, es el Arte como intersección de procesos. La teoría artística que explica, desde la filosofía clásica, como "mímesis" y una segunda fórmula que denomina "característica", entronca directamente con la asunción del arte como creación.
En el análisis que se realiza, en función de la consideración de el hombre como animal simbólico, prevalece el trabajo de especificación de la teoría del arte como concepto ajeno a la belleza, a la mímesis y la distribución de las bellas artes con inclusiones extemporáneas. Y determina, Cassirer, la unión entre lenguaje y arte:
“…el lenguaje y el arte son subsumidos bajo un título común, la categoría de imitación, y su función principal es mimética; el lenguaje se origina en un imitación de sonidos y el arte en una imitación de cosas exteriores. La imitación es un instinto fundamental, un hecho irreductible de la naturaleza humana; "la imitación —nos dice Aristóteles—, es connatural al hombre desde la niñez, pues una de sus ventajas sobre los animales inferiores consiste en que es la criatura más mimética del mundo y aprende al principio por imitación". Es, también, una fuente inagotable de goce, como se prueba por el hecho de que, no obstante que los objetos mismos puedan ser penosos de ver, sin embargo, gozamos en ver las representaciones más realistas de ellos en el arte; así, por ejemplo, las formas de los animales inferiores o de cuerpos muertos. Aristóteles describe este goce más bien como una experiencia teórica que no específicamente estética. "Aprender una cosa es el mayor de los placeres, no sólo del filósofo sino también de todos los demás, por muy pequeña que sea su capacidad; la razón de nuestro gozo en ver la pintura es que, al mismo tiempo, uno está aprendiendo, captando el sentido de las cosas, es decir, que el hombre este es así o de otro modo"7
“El lenguaje y la ciencia son abreviaturas de la realidad; el arte, una intensificación de la realidad. El lenguaje y la ciencia dependen del mismo proceso de "abstracción", mientras que el arte se puede describir como un proceso continuo de "concreción". En nuestra descripción científica de un objeto comenzamos con un gran número de observaciones que, a primera vista, no son más que un conglomerado suelto de hechos dispersos; pero, a medida que caminamos, estos fenómenos singulares tienden a adoptar una forma definida y a convertirse en un todo sistemático. Lo que va buscando la ciencia es cierto rasgo central de un objeto dado del cual puedan derivarse todas las cualidades particulares.”8
Es
extraordinaria esa definición, impactante en cuanto considera el
arte como lo contrario, lo opuesto, al menos así lo entiende en
función de su conocimiento estético, a la ciencia y al lenguaje
mismo. ¿Es posible que así sea? Es la pregunta primordial desde un
punto de vista antropológico.
¿Es
posible considerar el arte como una intensificación de la realidad?
Y a la luz de los acontecimientos históricos es probable que en el
comportamiento cultural del hombre se encuentre la respuesta. El ser
humano reduce o intensifica una expresión en función de la
necesidad que tenga de hacerlo, pero la abstracción con la que ha
formado primero su lenguaje vocal y escrito, y posteriormente el
lenguaje ultra abstracto de las matemáticas, no significa otra cosa
que la necesidad de compactar o sintetizar procedimientos que ayuden
en el desarrollo de esa fórmula llamada abstracción que configura
ambos lenguajes: el lenguaje especulativo, cotidiano y el lenguaje
matemático con el que es capaz de explicarse y explicar a los demás
tantos procesos de medición y análisis como ha sabido acometer en
su carácter científico, su carácter metodológico con el que
explicar las incógnitas del universo: para explicar la realidad es
necesario despojarla de lo eventual y variable para conseguir el
principio último que la define matemáticamente.
Y
el Arte ¿por qué se comporta de forma completamente contraria?
¿resulta un aditamento constante de elementos que multiplican la
realidad hasta el infinito? En una pintura, una escultura o cualquier
cosa que llamemos arte, encontramos la interpelación de símbolos
que se unen, pueden contradecirse o pueden sumarse hasta ofrecernos
una historia; una historia que, trasladada a nuestro lenguaje
ordinario, ocupa un gran número de palabras, términos, a veces,
aritmética, geometría, las más de las veces, el lenguaje
especulativo con el que seguimos definiendo conceptos. ¿Y es esta
definición válida para cualquier arte? Ahí, entroncamos con un
problema mucho mayor, que ha necesitado de tratados filosóficos muy
amplios con los que exponer una definición del Arte. Para Cassirer
lo importante en su aportación a la antropología humana y, en
concreto, a la definición del hombre como animal simbólico, es la
capacidad humana de interpretar, relacionar, incorporar a su
formación evolutiva todo cuanto desde un punto de vista abstracto
puede ser interpretado o puede estar sujeto al conocimiento
interpretativo humano. El ejemplo de Helen Keller, los ejemplos de la
interpretación social de los símbolos, añadidos al sistema de
signos comunitario, signos de interpretación universal, no son más
que ejemplos de un mismo proceso cognoscitivo o hermenéutico la
capacidad de crear y descifrar símbolos del único ser que ha dado
muestras a través de su poderoso cerebro de interpretar la realidad,
analizarla, equivocar su análisis, transformarlo, mentir, elevar la
mentira a rango de verdad, hacer uso del engaño o cualquier valor
moral para sus propios fines o los fines de una comunidad9;
establecer códigos de conducta comunitarios, y lenguajes que unen
culturalmente a una misma sociedad. El proceso evolutivo es
apasionante y aún por determinar, sin embargo, ese proceso tiene
una primera exposición en este tratado que intenta explicar lo que
el hombre significa en su entorno: la tierra; los modos que tienen de
hacerse entender entre los de su misma especie a través de lenguajes
distintos, cómo ha sido capaz de establecer un lenguaje universal
matemático que explica cualquier fenómeno de la naturaleza, como ha
sido capaz de compilar símbolos, alegorías, conocimiento, sutiles
historias en esa intensificación de la realidad que llama Arte. Pero
atendemos a que su definición de arte la fundamenta en la belleza,
incluso en una época en la que ese concepto ha dejado de arrastrar
los incómodos ropajes que le impusieron en el Renacimiento,
condicionantes y casi perpetuos, no obstante, nos habla del proceso
de transformación teórica y práctica de un arte que termina
definiendo de esta forma:
“Lo mismo que las demás formas simbólicas, tampoco es el arte mera reproducción de una realidad acabada, dada. Constituye una de las vías que nos conducen a una visión objetiva de las cosas y de la vida humana. No es una imitación sino un descubrimiento de la realidad. Claro que no descubrimos la naturaleza a través del arte en el mismo sentido en que el científico usa el término "naturaleza". El lenguaje y la ciencia representan los dos procesos principales con los cuales aseguramos y determinamos nuestros conceptos del mundo exterior”.10
Sea
como fuere, el Arte en la esfera del conocimiento humano no
entronca con las bases epistemiológicas que sí posee el lenguaje y
la ciencia, es más, desde la psicología, y en función de la
capacidad de alterar o cambiar lo real por lo simbólico, Cassirer,
expone cierta semejanza entre el arte y el juego, la expectativa
lúdica como base de la interpretación del Arte en el comportamiento
cultural, no individual, del humano; sin embargo, tal exposición lo
único que aclara es que el arte supera tal expresión, desde el
ámbito de la psicología, en Antropología Filosófica, encontramos
que tal evocación imaginaria y lúdica del juego-arte11
tiene grandes posibilidades de estudio aún por realizar.
Para
concluir esta aproximación al conocimiento del hombre como animal
simbólico, nada mejor que una de las conclusiones expuestas por el
propio Cassirer en torno a la capacidad del conocimiento humano, una
capacidad que hace continua la experiencia humana del saber y la
interpretación, con ella terminamos esta apasionante lectura que
deja cabos sueltos y por entender en ese compendio de conceptos
gravemente complicados con la interacción de todos ellos:
“Estamos sumidos en el estudio de los fenómenos particulares, en su riqueza y variedad; gozamos de la policromía y polifonía de la naturaleza humana. Un análisis filosófico se propone una tarea diferente. Su punto de arranque y su hipótesis de trabajo encarnan en la convicción de que los rayos variados y en apariencia dispersos pueden juntarse y concentrarse en un foco común. Los hechos son reducidos a formas, y se supone que estas formas mismas poseen una unidad interna. Pero ¿hemos sido capaces de probar este punto esencial? ¿Acaso nuestros análisis particulares no nos han mostrado justamente lo contrario? Hemos tenido que subrayar a todo lo largo el carácter y la estructura específicos de las varias formas simbólicas, del mito, del lenguaje, del arte, de la religión, de la historia y de la ciencia y, bajo este aspecto de nuestra investigación, acaso nos sintamos inclinados a la tesis contraria, la de la discontinuidad y heterogeneidad radical de la cultura”.12
BIBLIOGRAFIA:
Ernst
Cassirer:
“ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA. Introducción a una filosofía de la
cultura”. FONDO DE CULTURA ECONÓMICA. MEXICO. Quinta edición en
español (Colección Popular), 1968. Título de esta obra en inglés:
Essay on man © 1967 Yale University Press, New Haven, Connecticut.
Traducción al español: EUGENIO ÍMAZ D. R. © 1967 FONDO DE CULTURA
ECONÓMICA Av. de la Universidad 975, México 12, D. F. Impreso en
México.
Ernst
Cassirer:
Essays and Lectures. Symbol, Myth and Culture, 1935-1945, New Haven,
Yale University, 1979.
Ignacio
Uribe Martínez:
"Autorreflexión y contemplación: la comprensión del mundo en
Ernst Cassirer y Aby Warburg. Proyecto FONDECYT, Nº 1020653. <
www.philosophica.ucv.cl/abs27Uribe.pdf
>
K.
Sundaram:
Kant or Cassirer: A Study in Complementarity. Journal for General
Philosophy of Science, Vol. 3, No. 1 (1972), pp. 40-48
<http://www.jstor.org/stable/25170229>
Willard
E. Arnett:
“Ernst Cassirer and the Epistemological Values of Religion” The
Journal of Religion, Vol. 35, No. 3 (Jul., 1955)
<http://www.jstor.org/stable/1200918>
1Ernst
Cassirer:
“ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA. Introducción a una filosofía de la
cultura”. FONDO DE CULTURA ECONÓMICA. MEXICO. Quinta edición en
español (Colección Popular), 1968. Título de esta obra en inglés:
Essay on man © 1967 Yale University Press, New Haven, Connecticut.
Traducción al español: EUGENIO ÍMAZ D. R. © 1967 FONDO DE
CULTURA ECONÓMICA Av. de la Universidad 975, México 12, D. F.
Impreso en México, p. 24
2
K.
Sundaram:
Kant or Cassirer: A Study in Complementarity. Journal for General
Philosophy of Science, Vol. 3, No. 1 (1972), pp. 40-48
<http://www.jstor.org/stable/25170229>
3Véase
nota 2. p.43.
4Ignacio
Uribe Martínez:
"Autorreflexión y contemplación: la comprensión del mundo en
Ernst Cassirer y Aby Warburg. Proyecto FONDECYT, Nº 1020653. p. 2.
< www.philosophica.ucv.cl/abs27Uribe.pdf
>
5Ernst
Cassirer:
Essays and Lectures. Symbol, Myth and Culture, 1935-1945, New Haven,
Yale University, 1979. Y Ernst
Cassirer:
“Language
and Art II”,
enSymbol,
Myth and Culture,
pp. 194-195.
6Véase
nota 1. p.25
7Idem
nota 6 p.120
8Idem
nota 7 p.123
9Willard
E. Arnett: “Ernst Cassirer and
the Epistemological Values of Religion” The Journal of Religion,
Vol. 35, No. 3 (Jul., 1955), p. 160.
<http://www.jstor.org/stable/1200918>
10
Idem nota 1. pp. 123-124
11Véase
nota 1. p.146. “Todo lo relacionado sobre la teoría lúdica
del arte es un interesante trabajo que han desarrollado psicólogos
y neuropsiquiatras relevantes en teorías que son refrendadas en
trabajos de investigación neuroquímica. Son de especial interés
los trabajos de
Susan
Stewart, Schiller,
Darwin y Spencer,
pero
se alejan del objeto de análisis, que en este caso lo constituye la
obra Antropología Filosófica de Cassirer”.
Nota del Autor.
12
Idem nota 1. p.191.
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